Existen mitos y leyendas en todo el país, y no podía faltar en el Estado de México y sus municipios
1. Bolas de Fuego en el cerro La Teresona, Toluca
Al norte de la ciudad de Toluca se encuentra un cerro llamado la Teresona, en el cual varias personas de la comunidad aseguran que han visto unas bolas de fuego que pueden tener alguna relación con las famosas aves de fuego de los brujos.
Por lo general el fenómeno ocurre los viernes en la noche, esto se debe a que los vecinos cuentan que los practicantes de cultos satánicos se reúnen en un punto predeterminado en la ciudad para luego ir a media noche al cerro para realizar sus ritos.
2. La enfermera fantasma de Satélite
De acuerdo al relato de un taxista, alrededor de las 23:00 horas, cuando tras dejar a su pasaje en Ciudad Satélite y para no toparse con el tráfico, decidió tomar un atajo y pasó frente a un hospital donde una enfermera le hizo la parada.
El taxista continúa relatando que de manera nerviosa, la mujer le indió que la llevara al metro más cercano y al pasar por debajo de unos puentes, la enfermera abrió la puerta y se aventó fuera de la unidad.
Ante el evento terrorífico, el conductor se detuvo, pero al momento un auto golpea por atrás su vehículo y al bajarse para ver lo sucedido, le comenta que su pasajera se había aventado, pero el segundo conductor le contesta que lo único que había visto era que la puerta se había abierto, pero que nunca salió la enfermera de la unidad.
3. El ahogado que aparece en Valle de Bravo
A los alrededores del famoso lago de dicha demarcación existe una historia donde aseguran la aparición de un ente; el sujeto que se aparece es una persona que se ahogó, un pescador que iba en su lancha y nunca volvió, algunos comenzaron a especular que tal vez se lo había tragado el lago, pues algunas leyendas señalan que sus aguas suelen tragarse a los espíritus.
4. El fantasma del rancho de la condesa.
El rancho de la condesa, estuvo situado en la salida del viejo pueblo de Atizapán rumbo a la ciudad de Tlalnepantla, ocupó lo que es hoy las Alamedas y Lomas de Atizapán, allí existió una casona con una gran historia, esta fue propietaria de varios personajes importantes en el pasado, se dice que en esta finca vivió una hermana de Amado Nervo y que en mas de una ocasión estuvo de visita en este rancho.
Entre sus antecedentes se sabe que durante la colonia fueron tierras del “Rancho de los Delgado”, limitó con el pueblo de Calacoayan, hacienda de Santa Mónica, pueblo de Atizapán, hacienda de “El Pedregal” y rancho de San Miguel Chiluca. Funciono como rancho hasta bien entrado el siglo XX, cuando se empezaron a construir fraccionamientos como Las Alamedas, Lomas de Atizapán Etc.
En el casco del rancho había caballerizas donde llegaban los arrieros que bajaban de Monte Alto jalando sus mulas o caballos cargados de madera para la construcción de casas. Este era un lugar de descanso para estos personajes que por lo regular llegaban tarde, casi oscureciendo y ahí pasaban la noche para al día siguiente proseguir con su viaje. Nos cuentan que una persona de nombre Octavio Roa Nolasco, un buen día llegó ya cansado con sus animales cargados de madera, se dispuso a dormir en las misma caballerizas, apenas había cerrado los ojos y sintió una fuerte mirada que provenía de alguien que estaba cerca de la puerta, al abrir los ojos vio un bulto blanco, con figura humana que flotaba como a 30 centímetros del suelo, sin movimiento, sentía su mirada pero no le podía ver la cara, aun cuando estaba medio alumbrado con un “quinke” (un envase de vidrio en su interior contenía petróleo y en su parte alta una mecha que se le prendía con fuego y alumbraba), Octavio no se espantó de momento, le preguntó que quien era, que quería, sin recibir respuesta el bulto blanco se fue sin hacer ningún movimiento, tomó rumbo a la puerta que estaba cerrada y salió sin abrir la puerta, solo traspasó la vieja puerta de madera. Varias veces se repitió este mismo episodio.
Otro relato del mismo bulto blanco se hizo presente en esas mismas fechas, allá por los años de 1950 a 1960, en la misma época del relato anterior, cuando aun había poco trasporte de Tlalnepantla a Atizapán, una familia humilde, recién casados de apellidos González Guzmán trabajaban una pulquería ubicada a la orilla de las vías del ferrocarril que llegaba a Tlalnepantla, por lo regular cerraban el negocio entre 10:00 ú 11:00 de la noche, se trasladaban en bicicleta de carga con porta bulto a su domicilio, siempre llegaban a su hogar pasadas las 12:00 de la noche. El señor González conducía la bicicleta, la señora atrás sentada en el portabultos, en ocasiones cargaban con uno de sus hijos pequeños. En una ocasión cuando iban rumbo a Atizapán, por esa vieja carretera de doble sentido recién pavimentada (1940 y luego 1948 la repavimentada) a la altura del casco del rancho de La Condesa, alguna vez propiedad de la condesa de Miravalle de ahí el nombre del rancho, iban como siempre platicando de cómo les había ido en el negocio, cuando de repente vieron un bulto blanco con figura de humano deslizándose sobre las hierbas a la orilla del camino, vieron como se les iba encima pero antes de tocarlos se desvanecía, en otras ocasiones el bulto rodaba de sur a norte sobre un camino que había al interior de la vieja casona, siempre sin hacer ruido flotaba sobre las ramas y con rumbo a ellos, pero nunca hizo contacto con este matrimonio ya muy familiarizado con el fantasma, cada que pasaban sabían que lo encontrarían, nunca intentaron preguntarle que quería.
Tiempo después vino al urbanización, primeramente se formó el fraccionamiento Jardines de Atizapán, luego las Alamedas. Cuando se construyó este último fraccionamiento metieron máquinas para derrumbar la vieja casona, un operador una máquina, metió la pala de fierro y al alzarla empezaron a salir lingotes y monedas de oro, eran como 5 barriles de los pulqueros, inteligentemente este operador de la máquina, dejó caer la pala y le quitó unos alambres a la escavadora, dijo que se había descompuesto, que llamaran a los mecánicos para que al día siguiente por la mañana las arreglaran, esa misma noche llegó el chofer de la excavadora y en animales estuvo haciendo varios viajes durante toda la noche, hasta una casa abandonada donde escondió el dinero. Desde ese día no volvió al trabajo, dejó la maquina varada y solo en algunas ocasiones se le veía llegar por las tardes a la casona abandonada, hasta que un día ya no se le vio mas. Posterior a este evento también el bulto blanco del rancho de la Condesa no se volvió a ver mas. Todo parecía indicar que el bulto blanco anunciaba la presencia del dinero en ese lugar, en esos días otro trabajador encontró una moneda de oro con fecha de 1917 revuelta entre la tierra.
Dicen que cuando no les toca el dinero, el diablo anda enojado.
5. El predio del nahual en Atizapán.
Sobre la calle Lic. Adolfo López Mateos, hay un predio, donde anteriormente estaba lleno de árboles, la maleza era muy tupida, prácticamente era una pequeña selva en pleno centro de Atizapán, los principales árboles eran fresnos, árboles del Perú (piru), magueyes pulqueros, flores silvestres, daba miedo meterse ahí por la gran cantidad de arañas y víboras, que ahí habitaban. Antes del año de 1970 la calle principal que va de Nicolás Romero hacia la Cd. de Tlalnepantla era de terracería, después de este año pavimentaron y se “modernizo” Atizapán, pero el predio siguió intacto, en ese lugar, en esos años se construyó la segunda escuela primaria del municipio Vicente Guerrero, la Dr. Mariano Gerardo López había sido la primera escuela con edificio propio en Atizapán, hay que recordar que anteriormente se había tenido la Primaria “Emiliano Zapata” con salones regados en el centro de Atizapán.
De este predio se cuentan numerosas leyendas, como la del muerto y otras, pero la que mas se conocía era la del nahual que ahí habitaba, y que algunas personas de Barrio Norte aún recuerdan, según la persona que nos lo contó fue el ingeniero Jorge Barrera Vázquez, vecino de la colonia Barrio norte, nos dice que un hermano suyo en 1975 tenía 18 años de edad, en ese entonces trabajaba de mesero en el restaurante “La Diligencia” por el rumbo de Tlalnepantla, salía de trabajar como a las 1 ó 2 de la mañana, y llegaba a su casa ya muy entrada la madrugada, siempre llegaba a su casa de Barrio Norte acompañado de otro compañero que trabajaba en el mismo lugar, al pasar por ahí, oían como mugía un animal, era como de un toro, por lo que estaban pendientes que no fuera a salir, varias veces pasó el mismo episodio hasta que un buen día no se quedaron con la tentación y armándose de valor entraron un poco al predio, buscaron entra la maleza esperando encontrar al animal, pero no veían nada, lo mismo paso al día siguiente y en varias ocasiones hasta que en una incursión que hicieron mas adentro vieron la figura como de un perro grande como del tamaño de un toro, su color era negro, la cabeza no era de perro sino de lobo o coyote, ojos brillosos, como lumbre, mugía como un toro, las patas tenían grandes pezuñas, casi no se movía.
Pero en nahual los miraba fijamente, de momento se quedaron paralizados y como si se hubieran puesto de acuerdo, dieron la vuelta y salieron despavoridos corriendo calle arriba, el animal los seguía a cierta distancia, no se acercaba ni se alejaba, los muchachos ya cansados seguían corriendo hasta que al llegar a la Iglesia de San Francisco, tal como se acercaban a la iglesia el animal se fue desvaneciendo hasta que desapareció. Pasaron varias veces después de ese episodio al salir de trabajar y solo oían los ruidos como de un animal amarrado, pero ya no se metieron a investigar, luego uno de ellos se compró su coche y ya no pasaron mas por el lugar, en esos años se construyó la primaria Vicente Guerrero, el predio donde vivía el nahual desapareció y con eso la leyenda que aun hoy en día es conocida por la gente grande que aun vive..
6. La llorona y el charro sin cabeza.
En la colonia San Martín de Porres en Calacoaya, es de todos sabido, que tradicionalmente ahí existe una gran cantidad de leyendas de cosas extrañas que pasan, nunca se ha sabido por que esta parte de lo que alguna vez fue Calacoaya, tiene la peculiaridad de este tipo de cosas raras, entra ellas la bruja de Calacoaya que es descrita en otro capítulo. Ahí hay gran cantidad de familias que ya por la noche no salen o en su defecto salen acompañados de otras personas o de plano con pistolas pues temen ver a la misma bruja o al mismo demonio. En un relato recogido por las señoras Reyna Bucio Suárez Yuliana Mayén Bucio, mencionan que tienen un cuñado al que le llamaremos “Juan”, dicen que en una ocasión llegó de trabajar como a las 2 de la mañana y que encontró a su hija “Lupita” inquieta y lloraba, trató de calmarla y salió al patio de su casa con la menor, cuando de pronto oyó un grito aterrador que decía ¡Hayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy mis hijos! Solo sintió como se le enchinaba el “cuero” y como de rayo se metió a su casa.
Poco rato después como las tres de la mañana se quedó con el pendiente de lo que había escuchado y armándose de valor y con un palo en la mano, salió de su casa abrió el zaguán, grande fue su sorpresa que frente a él estaba un charro sin cabeza montado en un enorme caballo negro.
Este ser vestía un traje de charro negro, lo veía con la luz mercurial que hay fuera de su casa, el enorme caballo alzaba las patas delanteras y las azotaba contra el suelo, pero no se oía el golpe en el asfalto, le brillaban los ojos con una luz entre brillante y opaca que a pesar de sus movimientos lo mirada fijamente. “Juan” oía el relinchido del caballo muy lejos, como si estuviera a kilómetros de distancia, por la nariz aventaba como humo con lumbre y se oía su respiración fuerte, se veía como aventaba vapor por la nariz y como gotas de agua, pero aunque lo tenía cerca como a dos metros, no sintió que le mojara nada, del miedo quedó como paralizado, hasta que sacando fuerzas de la nada y como pudo se metió y entró a su casa directo bajo las cobijas de su cama. Como si las cobijas me fueran a defender del diablo –mencionó Juan-, al día siguiente, quien por temor a las burlas, no contó nada a sus familiares y salió a trabajar como de costumbre, pero su mujer le dijo que que había pasado anoche, por que había muchos ruidos y que en la entrada de su casa había barrido unas estiércol de caballo y entre la arena que estaba tirada en el suelo había huellas de caballo, mismas que “Juan” vio son sorpresa, fue cuando le contó lo sucedido a su esposa, mencionó que varias veces al llegar de trabajar había visto la silueta del charro negro, pero solo de lejos, pero nunca de cerca como ese día.
7. El Árbol de la bruja.
En la calle democracia cooperativismo de la colonia México Nuevo, donde llegó a vivir hace muchos años la familia Corona Cervantes, existe un árbol de Purulh de grandes dimensiones. Cuenta la señora Concha Corona que su niña pequeña lloraba diariamente por la tarde cuando iba a oscurecer y en su casa se sentía el ambiente muy pesado; ella desconocía el motivo del lloriqueo de la niña, la grado que la llevó con el doctor para que le revisara, sin encontrarle ninguna enfermedad.
Hasta que un día detectó que algo se movía cerca del árbol y sintió una mirada penetrante que le hizo sentir “chinito” el cuerpo; sin quitar la vista del árbol vio una figura entre humana y pájaro: era una mujer de entre 40 y 45 años aproximadamente, vestía de negro con capa negra, de piel morena, tenía un gorro picudo y sus ojos daban destello de luz muy tenue. Lo sorprendente es que estaba sobre el árbol, pero tenía patas de pájaro con grandes uñas; allí estaba totalmente inmóvil y solo se percibía el parpadeo de sus ojos brillantes.
En otra ocasión la volvió a ver, pero vestida diferente, con ropa ajustada con tirantes de color café, parada en la misma rama y con movimientos muy ligeros; Doña Concha vio como alzaba los brazos, como si fueran alas muy grandes. En otra ocasión la vio con ropa muy blanca y, antes su asombro vio como levanto el vuelo tierra arriba, hasta que desapareció en lo alto del cerro y en la oscuridad que reinaba.
Se dice que esta bruja chupaba la sangre de los niños pequeños, pues cerca de ese lugar varios pequeños aparecieron muertos de la noche a la mañana; coincidentemente todos menores de 5 meses de edad, quienes amanecían destapados y totalmente blancos y sin sangre. En algunas ocasiones los niños aparecían con cuatro piquetes en el cuello, dos en la parte de arriba y dos en la parte de abajo; lo curioso es que conforme pasaban las horas estas marcas se iban desvaneciendo sin explicación alguna.
A principios del 2008, los vecinos de la localidad hicieron por tirar el árbol de la bruja; mientras doña Concha compró un terreno en el jaral, donde hoy vive, pero aun recuerda esos malos momentos.
8. La Llorona en la plaza López Mateos.
En Atizapán de Zaragoza hay muchas historias de las noches silenciosas y frías noches. Cuenta la señora María Elena Rodríguez Cureño, que cuando ella vivía frente a la plaza López Mateos, justo enfrente del antiguo palacio municipal, por los años 80's, siendo de madrugada, entre 2 y 4 de la mañana, refiere se sentía intranquila, con un frió en el ambiente y gran soledad, en una noche con un extraño silencio. Cuando intentaba dormir de repente oyó lamentos de mujer, como cuando duele el estómago; oyó también unos ruidos muy poco comunes, pero no les hizo caso e intentó dormir, sin éxito. En ese momento recordó que tenía alguna ropa en el tendedero, que había lavado un día antes y aprovechando su insomnio subió a la azotea para recoger la ropa; grande fue su sorpresa, cuando al voltear hacia la calle, vio en la esquina sur de la plaza a una mujer de pelo rubio, ropas blancas y un velo que dejaba una pequeña estela de luz muy tenue a su paso.
El cabello largo no dejaba ver la cara de la mujer, y para cuando volvió en si María Elena' de su sorpresa, la mujer pasó frente a su casa, en la esquina de la plaza López Mateos y la calle Ayuntamiento, dio vuelta y siguió con dirección a la calzada San Mateo; vio como avanzaba lentamente, y al pasar frente a la escuela Doctor Mariano Gerardo López la imagen empezó a elevarse lentamente, hasta desaparecer en la oscuridad de la noche. Aún en estupor, María Elena bajó hasta el cuarto donde dormía y en el camino, donde hay una puerta que comunicaba a la sala, había un vidrio roto; al voltear vio una cara de un señor desconocido, con sombrero y traje de catrín, quien la miraba detrás de la puerta.
María Elena pegó un gran grito, pero no dejó de correr hasta su recamara y se metió entre las cobijas; con el grito se levantaron todos en su casa, a quienes contó lo sucedido, pero no le creyeron nada. A pesar de esto, ella guarda este suceso en su memoria, como parte de ella misma.
Relato de María Elena Rodríguez Cureño, del centro de Atizapán.
9. El Ferrocarril, el diablo y las brujas.
Hace muchos años, un ferrocarril que viajaba de Progreso Industrial a la Ciudad de México, cruzaba por estas tierras; en él viajábamos alguna vez en vagones de tercera, pues según nos decía mi mama y mi papa, era muy caro viajar en primera clase, donde cobraban 3 centavos por pasajero. Para i9r a San Pedro nos tomaba todo el día hacer el recorrido, que incluía pasar por San Ildefonso, La Colmena, la hacienda del Pedregal, hasta llegar a la estación de Atizapán donde nos bajábamos de esas máquinas impresionantes, que al pasar por las calles de las poblaciones hacían que las casas temblaran.
Cuando iban al quitar las vías del ferrocarril, le preguntamos a mi mama el porque ya no habíamos subido al tren, -para entonces mi papa había muerto-, pero ella nunca nos dijo la razón, ni a mi, ni a mis 7 hermanos. Fue hasta a finales del año de 1949, cuando mi madre presentía su muerte, que nos llamó a todos a darnos su bendición; en mi desesperación le pregunté el por qué no nos habíamos vuelto a subir al ferrocarril, y con un poco de las fuerzas que le quedaban me dijo: "la única vez que nos subimos al tren, fue aquella vez que fuimos a San Pedro, cuando comimos y pasamos a ver a un compadre cerca del río, donde nos dimos un baño y ya de regreso tomamos la última corrida que iba para México; pero al pasar por el paraje de "Suelo Duro", en dirección sur, que para entonces estaba despoblado, se empezaron a ver unas bolas luminosas que empezaron a moverse de lado a lado, como si anduvieran jugando, subían bajaban, lo mismo se acercaban y se alejaban del tren.
Los señores que cobraban los boletos, dijeron a los pasajeros: 'agarren a su hijos que estas %&$&%$$ $%"/&%$ brujas y este $&&%$·%%"! diablo quieren llevárselos'; entonces todas las mamas abrazaron a sus niños, pero de repente el tren se detuvo, como si hubiera chocado con una pared, haciéndonos rodar por el piso del tren, con un saldo de varios heridos, principalmente las señoras que cubrían a sus hijos. El ruido de la locomotora indicaba que estaba la máquina encendida, pero no avanzaba, pues estaba parada totalmente y aunque el terreno era de bajada no avanzábamos; entonces el maquinista miró hacia delante del tren, a la vez que gritaba: 'este &%$"!&$ diablo ya paró la locomotora', por lo cual todos se asomaron todos por las ventanas y vieron en la parte delantera una luz roja, como fuego pero con forma de persona, que con una mano levantaba la trompa de la máquina, mientras se reía sin que se escuchara su risa.
Sin saber cuanto tiempo duró este mal momento, que se hizo eterno, varios niños desaparecieron. Luego se oyó fuerte golpe en la parte delantera del ferrocarril y seguimos avanzado; todo parece indicar que el diablo soltó la locomotora y avanzamos hasta llegar a la estación del Pedregal y de allí a Atizapán.
Este episodio, según el "Fogonero", había pasado varias veces y por eso mi mamá no se volvió a subir al tren, finalmente mi mamá murió días después.
10. EL CHARRO NEGRO Y LA MUJER DE NEGRO.
En las faldas del cerro del Atlaco, donde hoy se asientan las comunidades de Las Colonias y Ahuehuetes, además del fraccionamiento Real de Atizapán, en tiempos de la Conquista existía una asentamiento otomí denominado Teocalhueyacan, donde según cuenta la historia se dio asilo a Hernán Cortés luego de la “Noche Triste”. Al occidente de ese cerro se fundó la primer colonia de Atizapán, entre 1924 y 195, llamada en sus inicios Colonia Benito Juárez, hoy conocida simplemente como Las Colonias; junto a esta comunidad se localizaba un gran terreno, de unas ocho hectáreas de superficie aproximada, donde funcionaron por muchos años unos campos deportivos conocidos como “El Sauzalito”.
Este gran predio estaba delimitado por un camino de herradura o tierra, el cual fue pavimentado durante el gobierno de don Manuel Yáñez Velázquez, para unir el pueblo de Atizapán con Las Arboledas. En esa época existía el Rancho de la Renta, ubicado al oriente de Las Colonias, donde todo era sembradíos y magueyales, que servían de escenografía a las escasas casas de los colonos, cuyos hijos aprovechaban las enormes extensiones de tierra para jugar a sus anchas. Un día, un grupo de niños estaban jugando cerca de un pozo de agua, donde vieron al oscurecer a una mujer elegantemente vestida, con ropas de color negro, que usaba guantes, y un velo que le tapaba la cara; cuentan que ella les hacía señas para que se le acercaran e incluso escucharon su voz dulce. Asustados, ellos corrieron a su casa y se metieron debajo de las cobijas, pues se dieron cuenta que la mujer se movía lentamente, sin pisar el piso, literalmente flotando; y aunque nunca supieron que paso con ella jamás más volvieron a verla.
Años después, los habitantes de Las Colonias fueron testigos de la presencia de un jinete y su caballo que siempre aparecía en esos terrenos al oscurecer: montaba un caballo negro, el cual tenía un relinchido inconfundible. Este personaje vestía de negro, sombrero también oscuro, pero brillante; la cara pintada de colores, pero los ojos le brillaban en la oscuridad de la noche.
Cuentan que el Charro Negro correteaba a quien cruzaba por estos terrenos; incluso un día un grupo de niños lo vieron y se escondieron entre los magueyes, escuchando las pisadas de las herraduras del corcel, las cuales se desvanecían hasta quedar en silencio. Los pobladores aseguran haber visto al jinete y su caballo salir de alguna de las cuevas que se encontraban en los cerros, para recorrer las tierras hasta que la noche ya no permitía verlo.
Relato de José Valle Tenorio, colonia El Potrero. Atizapán de Zaragoza México
11. El puente Lechería Chamapa, Atizapán.
La construcción de este puente es relativamente nuevo, es parte de la pista concesionada Lechería-Chamapa, por la parte sur va rumbo a Toluca y por el lado norte a Querétaro, tiene varios puentes intervecinales, pero el más largo, grande y alto se encuentra en la carretera Atizapán Nicolás Romero, a la altura del paraje “El Túnel”, en la parte norte el puente esta asentado en la Colonia Lic. Adolfo López Mateos, es una zona minada donde se extrajo gran cantidad de tepetate y arenilla desde finales del siglo XIX y hasta muy entrado el siglo XX. Hay una leyenda entre la gente del lugar cuando se construyó este puente, la versión dice que se dificultó mucho su edificación, siempre por una u otra cosa se “atoraba” levantarlo, el ingeniero calculaba la altura, lo largo, los cimientos etcétera, sabía la ubicación de la falla geológica que corre a lo largo de ese punto rumbo a la municipalidad de Naucalpan, conocía bien la zona minada del lado norte del puente, todo estaba calculado, pero no encontraba la explicación de “el porque no quedaba el puente” por mas esfuerzos que hacía siempre había algo fallaba.
Un buen día se le apareció un hombre no muy viejo, vestido con un traje negro, aparentemente era una persona normal, lo llamó y estuvo platicando con él, le dijo que el puente jamás quedaría bien, el ingeniero dijo que por que razón; “simple y sencillamente por que soy el diablo yo no quiero”, el ingeniero no le creyó, pero al ver que no quedaba el puente, optó por seguirle la corriente a esa persona, le preguntó que era lo que quería, como respuesta le dijo que una gran cantidad de almas, el ingeniero estuvo de acuerdo, pero que si no cumplía sería él quien sufriría las consecuencias, con la duda le preguntó al diablo que como le haría para conseguir las almas, “este” le dijo que trajera trabajadores del interior de la republica, que no tuviera quien preguntara por ellos, y debería enterrarlos entre los postes y los bloques de cemento. Siguieron trabajando, terminaron la obra y el ingeniero hizo caso omiso del trato con el diablo. Concluida la obra el ingeniero no se acordaba del pacto con el diablo, hasta que en esos días se le volvió a aparecer “ese hombre desconocido” y le recordó el trato que habían hecho, solo que como respuesta recibió insultos, lo corrió y le dijo; “el diablo no existe”, aquel hombre sin comentarios o enojo se fue.
Terminada la pista lechería chamapa, al ingeniero civil le sucedieron cosas raras como quedarse sin trabajo y le iniciaron una serie de problemas de salud. Le “cayó” una enfermedad que lo dejó paralítico y con cierto grado de demencia, se menciona que no reconoce a nadie y esta irreconocible de lo que antes fue, según la leyenda por no haber tomado muy enserio lo de su pacto con el diablo. (Relato del dominio popular)
12. El diablo ronda la presa Madín
Hacia 1964 se realizan las primeras gestiones para la construcción de la presa Madín en los límites de Atizapán de Zaragoza y Naucalpan de Juárez, pero no es hasta 1972 y 73 cuando se inician los primeros trazos de la misma presa, se termina en 1975, de este modo aparecen los pueblos: “Viejo Madín” y El “Nuevo Madín”. Según la leyenda recogida y del dominio popular, nos cuentan que durante su construcción la presa no quedaba, siempre por cualquier cosa habían fallas o se trababa el avance de la construcción de la presa, según los planos no debería haber errores en su elaboración, los mismos ingenieros no se explicaban por que el atraso en el trabajo.
La leyenda dice que en una ocasión el diablo se le apareció al ingeniero encargado de la obra, su apariencia era como cualquier persona, su vestimenta de charro de color negro quien le mencionó que la presa no quedaría hasta que no le entregara dos mil almas para que la presa quedara totalmente construida, como no cabrían las dos mil, el diablo le dijo al ingeniero que metiera las que pudiera y que él cobraría las demás por su cuenta. Según nos cuentan el ingeniero mandó traer trabajadores de otros lugares, sobre todo del interior de la república que recién llagados, buscaban trabajo y algunos centroamericanos que iban de paso a los Estados Unidos, todos ellos sin familiares cercanos a modo que no preguntaran por ellos a modo que su desaparición nadie preguntara por ellos y no hubiera problemas judiciales,
El responsable de la obra tomó a varios de ellos y los metieron dentro del concreto de la cortina de la presa, quedando bien sellada y sin posibilidad de que se dieran cuenta de los enterrados. De esta manera se terminó la obra en 1975 quedando sin quebraduras o sin desperfectos. Como había que cobrar las dos mil almas, que pidió el diablo, se dice que por las noches el diablo recorre las aguas de la presa de arriba abajo, la mayoría de las veces con su traje de charro negro y un gran caballo también negro, flotando sobres las aguas en busca de almas.
El diablo sale de una cueva que esta pegada mas al pueblo de Calacoaya y sin ruidos montado en su gran caballo negro llega hasta la presa; es mas, en ocasiones se la ha visto caminando y flotando sobre las aguas, según los testigos entre ellos el Sr Don Pedro Tovar Torres (q.e.p.d) vecino de Rancho Blanco. A la fecha nadie le ha visto la cara a este personaje que va en busca de las almas de los que ahí se han ahogado y que deberán ser dos mil, según el pacto entre el diablo y el ingeniero, lo cual explica porqué hay bastantes ahogados en la mencionada presa.
(Relato de Ricardo Cruz Bermúdez, con una historia de don Pedro Tovar Torres (qepd)
14. El Diablo de Fuentes de Satelite.
En los límites de Rancho Castro y Lomas Verdes, entre Cuidad Satélite y Santa Cruz del Monte, se construyó el fraccionamiento Fuentes de Satélite, el cual colinda con la presa Madín, construido por la fraccionadora Austroplan de México. Mis hermanos y yo trabajamos en la construcción del fraccionamiento, desde la primera hasta la última casa, por 9 años consecutivos, desde 1975 hasta 1984. Mis hermanos Dionisio, Marcelino, Feliciano y yo Francisco Plascencia Leonardo nos dedicábamos al armado de varilla de la estructura de las casas. Una mañana teníamos que trabajar muy temprano, porque tenía que quedar terminada la varilla para recibir el concreto para echar la losa de una casa; pero nos causó extrañeza que al ir a la bodega para sacar la herramienta de trabajo, el bodeguero no se encontraba, por lo cual lo esperamos hasta que salió el sol; fue entonces que lo vimos venir de lejos, acompañado de sus perros, todos muy asustados.
El bodeguero estaba pálido y sin poder hablar, cabe señalar que para entonces todavía no existía la presa de Madín, y cuando se acercó le preguntamos que en dónde andaba; a lo que nos contestó que había tenido que salir porque antes del amanecer le tocaron la puerta de la bodega y al abrirla los perros empezaron aullar y vio a un hombre vestido de charro color negro y montado en un caballo del mismo color. Al preguntarle el bodeguero al hombre aquel que deseaba, el charro le contestó "que se fuera de ese lugar porque esos eran su dominios y su territorio y que no quería que lo molestara nadie". El bodeguero le dijo: "¿quién es usted? Como respuesta el charro le dijo: "mira quien soy"; el charro se levantó el pantalón y le enseñó que no tenía pie de humano, sino una pata de muía. Luego, el charro se montó en su caballo y se fue, mientras los perros se quedaron aullando.
Desde ese día el trabajador no se volvió a quedar a dormir en la bodega. Cuando llegábamos a trabajar todos los días, lo encontrábamos lejos de la bodega; los contratistas nunca le creyeron esta historia y nosotros seguimos trabajando durante 9 años, con el temor de lo que nos había dicho.
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UN APARECIDO EN EL LAGO
(Leyenda de Valle de Bravo, EdoMex)
Aquí en Valle hace muchos años se habló mucho de un aparecido en el lago. Hasta se hizo noticia porque en aquel tiempo salió en los periódicos, pero ya ve que una luego no tiene la precaución de guardar las cosas y por eso las cosas se olvidan, ¿verdad? Pero hay gente que todavía cuenta esa leyenda del aparecido –explica doña Guillermina Velázquez, una artesana que tiene su puesto en el mercado.
Nunca se supo si fue un ahogado o qué, pero esto que le cuento ocurrió hace muchísimos años, mucho antes de que todo esto creciera y fuera el pueblo tan turístico que ahora es. Mire, en aquel tiempo apenas llegaban unos camiones de pasajeros, con poquita gente de aquí que iba a Toluca a arreglar asuntos; el camión se paraba en la plaza, ahí frente a la catedral, y había poquitos comercios. Valle era un pueblito de pescadores, sin hoteles ni restaurantes y Avándaro no era nada; nadie venía a Avándaro.
Entonces la leyenda de ese aparecido parece que tiene que ver con los pescadores. Es que hace muchos años una tarde se perdió una lancha y nunca se volvió a saber de ella ni del pescador. Quién sabe si se habrá hundido o a lo mejor se la tragó el lago –dicen que el lago también se traga a los espíritus.
Ésa fue la historia real de hace muchos años, pero ya cuando empezó esa plática del aparecido en el lago, y que salió en los periódicos porque mucha gente lo vio, entonces hubo gente que dijo que era el ánima del pescador que andaba todavía en pena y que se aparecía porque quería que lo sacaran y le dieran cristiana sepultura en el panteón. Pero ya le digo, esa plática se fue acabando, ahora hay mucha gente nueva que ha llegado y ellos no saben de eso, y si alguno que anda en el lago en la noche y ve algo extraño, de seguro no piensa que pueda ser esa aparición del pescador ahogado porque ahora hay mucho ruido y muchas lanchas ahí andan paseando en la noche.