jueves, 6 de junio de 2013

El Hotel

Hace once años en vísperas de mi vigésimo quinto cumpleaños se me ordenó asistir a un congreso sobre medicina en la ciudad de Granada, España. Desde entonces había anhelado visitar la mítica Andalucía, provincia que me traía tantos recuerdos de mis viajes con mi padre alrededor de la península ibérica. Durante un largo viaje en avión de ocho horas me dispuse a recordar mis vivencias en aquella bohemia ciudad al lado de mi padre, un turco mercader que hablaba un perfecto andaluz; no pude evitar recordar nuestra estancia en el Hotel Alixares que se sitúa en la Alhambra, donde conocí a Jacinto, un niño de unos ocho años con el cual solía jugar dentro del hotel mientras mi padre se iba a vender sus productos al centro histórico de la ciudad. Jacinto y yo jugábamos hasta cansarnos en la piscina del hotel, dentro del mismo, solíamos molestar a los botones, a las recamareras quienes solían perseguirnos enfurecidas por los pasillos luego de levantarles las faldas, fueron recuerdos muy gratos de mi niñez, pero algo no me cuadraba en ese asunto, y era el recuerdo de una fría noche de diciembre en vísperas de año nuevo. Mi padre, enfermo de gripe, esa noche había salido a vender sus prendas gitanas al centro histórico y recuerdo que estaba con mi amigo Jacinto en la habitación de su familia, ellos planeaban regresar a su ciudad natal esa misma noche y se encontraban empacando sus pertenencias, yo estaba en la cama ayudando a su madre a guardar las prendas recién lavadas en sus enormes maletas de cuerdo mientras Jacinto ayudaba a su padre a guardar una especie de documento en otras maletas más elegantes, de pronto algo ocurrió, recuerdo que tocaron la puerta de la habitación y una voz ronca les pidió que le abrieran, de un momento a otro toda la familia quedó paralizada y no pude entender que era lo que pasaba. Lo próximo que recuerdo de ese encuentro fue que mi padre se encontraba corriendo por callejones oscuros y fríos, tomándome fuertemente de la mano y sin tantear en sus pasos. Al llegar a la ciudad lo primero que hice fue pedirle al taxista que me condujera al Hotel Alixares. Me sorprendió descubrir que lucía justamente como lo recordaba, el elegante pórtico de mármol, los pasillos elegantemente iluminados, el comedor con sus mesas decoradas con manteles blancos y la piscina del patio que en aquel entonces me parecía infinita, ahora lucía mucho más pequeña. Al entrar todo me pareció tal familiar, incluso podría afirmar que los botones, recamareras, encargados y meseros eran las mismas personas que estaban cuando era joven. Al llegar me dieron la habitación 127, que se encontraba en el ala este, en el tercer piso. Al llegar a la habitación no pude evitar sentir cierta nostalgia ya que lucía justamente como la que nos tocó a mi padre y a mi el tiempo que pasamos en la Alhambra, me recosté en la enorme cama sin siquiera desempacar mis pertenencias, me encontraba exhausto por el viaje. En sueños me encontré a mi mismo hacía 14 años atrás en ese mismo lugar; me encontraba en la cama de la habitación mirando un rincón de la misma, solo el foco de techo se encontraba prendido, de pronto al voltear a un lado cerca de la puerta se encontraba Jacinto, al verme dio unos pasos hacia la ventana de la habitación y se detuvo, me miró de nuevo y con una sonrisa bajó su mirada al suelo de la habitación, y con un gesto de su cabeza me indicó que mirara, en ese momento desperté, ya era de noche y el bullicio de la ciudad había cesado. El silencio de la habitación era un tanto incómodo, me quedé un momento tratando de volver a quedar dormido pero no pude. Salí de la habitación y me dirigí a la cafetería por unos bocadillos. Traté de tomarme un café en la terraza, pero el frío era algo que no soportaba así que me metí al hotel y me dirigí a la habitación para desempacar mis pertenencias. Faltaban todavía dos días para la conferencia así que a la mañana siguiente me dispuse a recorrer la ciudad, me dirigí al centro histórico donde alguna vez acompañé a mi padre en sus arduas horas de frío tratando de vender algo a las personas que pasaban indiferentes por su puesto. Todo parecía tan distante de aquella época, en tan poco tiempo todo se había llenado de comercios, automóviles, personas haciendo de todo, sin duda era algo más de lo que me imaginaba. Pasaron las horas y decidí volver al hotel, sin siquiera imaginar que esa noche ocurriría algo tan extraño que marcaría un antes y un después en mi vida, un suceso que nunca podré olvidar por más que quiera. Era ya de noche y me encontraba en mi habitación con solo la luz del techo encendida, quieto con mis pensamientos tratando de llegar a la hora de dormir, traté entonces de ver la hora en mi celular cuando torpemente lo solté y calló bajo la cama, al recogerlo pude distinguir una mancha en la pared detrás de la mesita que estaba al lado de la cama, la toqué y me di cuenta que en realidad le faltaba un pedazo a la pared y trataron de cubrir la imperfección con los muebles. Movido por la curiosidad y la ausencia de interés por cualquier cosa me dispuse a mover la mesa para ver hasta donde se extendía el daño, para mi sorpresa había un enorme hueco que conectaba mi habitación con la habitación de al lado. Impactado y enfurecido por el descubrimiento decidí comunicarlo a algún encargado, pero no pude localizar a ninguno en los alrededores y el camino al vestíbulo era muy largo, entonces decidí darle la noticia al huésped de al lado, para mi sorpresa nadie contestó, en ese momento un hombre me tocó el hombro para que lo atendiera, se trataba de un botones algo mayor de edad que me dijo que no había nadie en esa habitación y nunca más habría, al preguntarle la razón me dijo que hacía muchos años había ocurrido un fuerte incidente en esa habitación donde murieron tres personas y desde entonces habían sellado la habitación. Al escuchar la noticia olvidé por completo el incidente con el hueco, ya que entonces comprendí que en realidad aquella habitación sellada se trataba de la habitación donde me encontré la última vez con Jacinto y su familia, no pude creerlo en ese momento y al volver a la habitación me encontraba indeciso sobre dejarla o investigar que fue lo que ocurrió aquella noche. Me encontraba a la orilla de la cama, meditando lo sucedido y observando el hueco, que entonces me pareció de lo más tétrico y misterioso, entonces ocurrió; justo al lado del hueco había algo escrito, una palabra que me heló todo el cuerpo y que me hizo retroceder impactado con el corazón palpitando descontroladamente: justo al lado del hueco había una palabra... "Jacinto". No podía entenderlo, qué significaba todo ello? en ese momento recordé de nuevo el sueño que tuve la noche pasada, y salí corriendo de ese lugar, me dirigí a la terraza donde prendí un cigarro para calmar los nervios. Medité durante horas lo sucedido, eran casi las doce de la noche y me encontraba exhausto. Decidí dejar las cosas a un lado y volver a mi habitación. Con una incertidumbre insaciable abrí la puerta y coloqué la mesita de nuevo en su lugar, tapando el hoyo. Poco pude dormir esa noche ya que cada vez que lo hacía tenía en seguida el mismo sueño donde Jacinto aparecía en la entrada de la habitación, se dirigía a la ventana de la misma y sonrientemente me indicaba que mirara el suelo, pero al hacerlo despertaba y al volver a dormir ocurría lo mismos. La mañana llegó y me dirigí al comedor a desayunar. Al volver a la habitación recibí la llamada de mi jefe, necesitaba que le mandara unos documentos por fax, lo cual me tomó bastante tiempo ya que apenas conocía la enorme ciudad. Al atardecer volvía la habitación, decidido a dejar a un lado todo aquello y prepararme para la conferencia del día siguiente, donde tenía muchas preguntas pendientes que hacer. El Sol aún brillaba en el horizonte, eran casi las cinco de la tarde y ya había terminado con todo el cuestionario, me quedé observando el bello atardecer sobre las montañas nevadas cuando percibí un pequeño haz de luz que penetró la ventana e iluminaba justo el lugar donde Jacinto me indicaba que mirara en mis sueños. Sencillamente me pareció algo difícil de creer que estuviese pasando todo eso. Pude ver una pequeña luz que salían del hueco en la pared; era el reflejo de la ventana en la otra habitación y de un momento a otro removí la mesita y me asomé por el hueco. La habitación se encontraba en perfecto estado y se sentía un aura de paz y tranquilidad que me inquietaba bastante. Siendo un médico gastroenterólogo suelo basar mi alimentación en una dieta controlada y ejercicios constantes, por lo cual en ese entonces era una persona sumamente lánguida. El hoyo en la pared se extendía lo suficiente como para permitirme el acceso al mismo. Sin pensarla dos veces me llené de valor y me adentré al tétrico cuarto, parecía todo tan normal que ni siquiera me percaté de que fue en ese lugar donde aconteció aquel macabro suceso. La habitación lucía como nueva, lista para que alguien la ocupara en cualquier momento. Traté de dirigirme entonces al baño cuando de pronto un frío aire rozó mi cuello. Un escalofrío me cubrió al momento de escuchar un pequeño susurro que me decía: "Al baño, al baño, al baño... ". Era casi de noche y aún estaba paralizado por el miedo, no podía pensar con claridad y mis músculos no respondían. Los últimos rayos del sol vislumbraban con una tenue luz los objetos de la habitación y lentamente salí por el agujero hacia mi habitación. Esa noche salí del hotel sin siquiera tomar mis cosas, simplemente abrí la puerta de la habitación, pasé por el vestíbulo, no respondí siquiera a los llamados del encargado. Abordé un taxi, pero no supe decirle a donde llevarme, simplemente quería estar lejos de ese lugar. De pronto me di cuenta que la cartera la había olvidado en mi habitación, no podía creerlo. Salí del taxi y me dirigí al vestíbulo y me quedé parado junto a la enorme entrada, no sabía que hacer en ese momento, cuando veo al mismo anciano que vi la otra noche, al verme se dirigió hacia mi y con un gesto de preocupación me preguntó si todo estaba bien, por supuesto que no. Decidí contarle sobre el hoyo en la pared y que no pensaba volver a ese lugar. Angustiado me pidió que lo condujera a la habitación para verlo con sus propios ojos, ningún otro residente había comunicado algo sobre ello anteriormente. Los dos nos dirigimos de nuevo a la habitación que se encontraba abierta de par en par, olvidé cerrarla al salir. El hombre entró primero y encendió la luz y pegó un salto cuando observó la enorme apertura que comunicaba ambos cuartos. En seguida me dijo que me darían otra habitación sin demora alguna, pero era ya muy noche y estaba exhausto, y a decir verdad ya me había tranquilizado un poco, no solía ser de aquellos que creen en ese tipo de cosas debido a mi educación, así que le pedí simplemente que trataran la falla para la siguiente vez. Lo despedí sin hacer caso de sus quejas y cerré la puerta. Solo era esa noche, pensé, solo fue mi mente la que me jugó una mala pasada debido a que no pude dormir bien la noche anterior, necesitaba dormir bien para el día siguiente. Me acosté y pronto me fui quedando dormido. Volví a soñar de nuevo, esta vez Jacinto y yo nos encontrábamos platicando en el vestíbulo que estaba completamente vacío. El me contó que desde hacía unos días atrás su padre había ganado una fortuna en unos negocios que realizó y que con ese dinero le compraría una casa enorme y todos los juguetes del mundo, yo me sentí ofendido debido a que mi padre apenas podía vender los suficiente como para alimentarlos a ambos. El sueño continúo y entonces ambos nos encontrábamos en su habitación la noche del incidente, yo me encontraba ayudando a su madre y el ayudaba a su padre a guardar un enorme folder y muchas carpetas en un elegante maletín, todos lucían muy tensos, como si estuviesen esperando que algo pasara, cuando de pronto alguien derriba la puerta, un enorme hombre. Jacinto y yo esta vez nos encontrábamos en mi habitación, el estaba a mi lado hincado y yo me encontraba sentado con la cabeza entre los brazos llorando desconsoladamente, el trataba de animarme; no puedo recordar sus palabras, pero recordé que me indicó que no me preocupara, que el maletín se encontraba escondido, su padre había alcanzado a esconderlo. Luego se digirió unos pasos hacia la ventana de la habitación y me indicó con la cabeza el suelo, cerca de la ventana, ahí se encontraba el maletín. En ese momento desperté alterado, alguien se encontraba en mi habitación. Estaba todo oscuro y no pude distinguir quien era, simplemente tumbó la mesita de noche que cubría el hueco y se metió en el. En ese momento salté de la cama y encendí el foco, se escuchaban muchos ruidos en la otra habitación, pregunté quien era, y en ese momento el ruido cesó. Me quedé quiero tratando de escuchar de nuevo, pero ya nada pasó. Pude ver entonces el reflejo de la luz en la otra habitación, alguien había encendido los focos. Pregunté de nuevo quien era, pero no respondía. Me asomé por el hueco y escuché un leve susurro: "El baño... el baño... el baño". Los focos se apagaron y pude escuchar unos pasos que e dirigían lejos de mi habitación. En ese momento estaba harto de todo ello, eran las dos y media de la noche y no había podido dormir casi nada, tomé una linterna médica y un bisturí de un maletín de primeros auxilios que cargaba siempre conmigo. Iluminé la habitación, no había nadie, decidí entrar para acabar de una vez con toda esa mierda. El viento soplaba fuertemente y retumbaba en las ventanas, era una fría noche. Tanteé un momento sobre lo que haría después, trataba de convencerme de que todo el asunto era simplemente un juego de mi imaginación y nada mas. Encendí la luz de la habitación, todo lucía normal. Lentamente me dirigí a la puerta del baño cuya luz estaba encendida. Debajo de la puerta pude ver la sombra de alguien que caminaba y exaltado pregunté quien era, pero nadie respondía. Retrocedí y vi el hueco, quise retirarme pero me armé de fuerzas y abrí de un golpe la puerta del baño, el espectáculo era atroz. Una aguda luz amarillenta iluminaba una escena de muerte y putrefacción. El lavamanos estaba bañado en sangre seca, el inodoro estaba hecho pedazos, el espectáculo era repulsivo. Por supuesto para un médico recién egresado eso no era motivo para sentirse impresionado, lo que me impresionó era que toda la habitación lucía tan bien menos ese lugar. La tina estaba cubierta por una cortina casi transparente que entre luz dejaba ver la silueta de un niño que se movía, me quedé impactado. Un enorme estruendo sacudió de pronto la habitación, justo a mi lado y la silueta del joven desapareció. El ruido me derribó un momento, caí de rodillas tratando desesperadamente de recuperarme, me levanté y en un segundo descubrí la tina, estaba llena de sangre putrefacta, más que las otras partes del baño, en ese lugar habían matado a alguien. Inmerso en un aura de incertidumbre me dispuse a investigar un poco más la habitación, cuando escuché unos pasos que se detuvieron justo detrás mio. De nuevo sentí ese paralizante escalofrío recorrer todo mi cuerpo y al voltearme lo pude ver, no de forma clara, pero de alguna forma sabía que estaba ahí. Con un nudo en la garganta pregunté qué había pasado, no la pensé dos veces y retrocedí por la entrada, salí del baño y en la habitación pude ver un escalofriante destello de mi padre, cargaba un arma en su mano. Lo recordé de pronto, todo lo ocurrido. Mi padre esa noche se encontraba enfermo y había salido a vender sus prendas fuera del hotel, me había dejado encargado con los padres de Jacinto en lo que el volvía, por supuesto nunca salio realmente del hotel, los guardias no lo vieron salir nunca, tal vez ese fue su error. El padre de Jacinto era un hombre inteligente, sabía esconder muy bien sus riquezas y en el último momento lo había logrado. Durante mi niñez, después del accidente mi padre y yo vivimos en el exilio, comíamos basura y dormíamos cubiertos por hojas secas y piedras, el padre de Jacinto me había prometido una pequeña cantidad de su dinero y unas cartas de recomendación propias para que mi padre pudiera alimentarme y conseguir un buen empleo, pero mi padre nunca supo de eso ya que justo en el último momento me lo había hecho saber y ese dinero y documentos eran lo que Jacinto y su padre guardaban emocionados antes del accidente, era un regalo para mi y mi padre. No pude contener la tristeza y el ahogo debido a como habían resultado las cosas, mi padre siempre fue un hombre que quiso lo mejor para mi y de hecho era el único al que realmente le importaba. Aquella noche ninguno pudimos reconocer su voz debido a que se encontraba ronco por la enfermedad, por tal motivo decidieron esconder sus cosas debajo de una madera que se encontraba rota al lado de la ventana, en ese momento mi padre abrió la puerta con un arma en su mano y me pidió que fuera a su lado, ninguno lo podíamos creer. Esa noche no consiguió más que un par de joyas de la madre de mi amigo, salimos del hotel a toda prisa, sin despedirnos siquiera de los encargados ni guardias, corrimos toda la noche por toda clase de lugares tratando de esquivar las patrullas y policías hasta salir fuera de la ciudad. Dentro del baño, a un lado del inodoro, se encontraba una vieja nota en la que se alcanzaba a leer: "Toma el dinero y vete lejos, y nunca des la vuelta hasta salir del hotel", no pude comprender esa última parte. Salí del baño y pude verlo, estaba en la entrada de la habitación, se dirigió hacia la ventana y con un gesto me indicó donde se encontraba el dinero. A diferencia de mis sueños, donde el lucía alegre y tranquilo, ahora tenía un aspecto sombrío y triste, me dirigí hacia el y se fue desvaneciendo lentamente. Con un golpe ligero logré levantar la tabla, en ese momento me pareció increíble que los dueños del hotel hubiesen dejado las cosas de ese modo, no quisieron romper con la buena reputación de sus instalaciones. Tomé un maletín de cuero muy elegante y pesado, en ese momento sentí un escalofrío terrible en todo mi cuerpo y una voz de un niño triste me susurró al oído: "no voltees hacia atrás, no voltees hacia atrás"... Salí de ese lugar y de mi habitación sin siquiera tomar mis cosas, solo con el maletín. Bajé por el ascensor sintiendo un frío intenso detrás mio. Me dirigí al ala principal y salí del hotel por el vestíbulo, en ese momento giré la cabeza hacia la entrada y pude ver a mi padre. Todo recuerdo que tuve de el alguna vez, de ese hombre cariñoso y trabajador que siempre cuidó de mi hasta en los peores momentos se borraría para siempre de mi, sería reemplazado por la visión de un hombre despedazado y torturado que gritaba a todo pulmón "Perdón! Perdón!" en la entrada al vestíbulo del Hotel Alixares en la Granada española.

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