jueves, 6 de junio de 2013
LA CASA SIN FIN
Nosotros éramos amigos en el colegio y continuamos siéndolo después de graduarme. Noten que dije graduarme, yo. Él salió después de 2 años de tirar los estudios. Después de salir de la universidad y mudarme del campus a un departamento pequeño, no seguí viendo a Peter tan seguido. Solíamos hablar online mediante Facebook o MSN. Hubo un periodo en el que no estuvo en línea, como unas cinco semanas aproximadamente. A mi ni me preocupaba, sabía que él era adicto a las drogas. Así que asumí que a él solo le había dejado de importar hablarme. Pero una noche lo vi conectarse. Antes de que pudiera iniciar una conversación él me envió un mensaje.
“David, hombre, necesitamos hablar”
Fue ahí cuando me dijo sobre la casa sin fin. Tenia ese nombre porque nadie, nunca, había logrado llegar a la salida. Las reglas eran simples, hasta parecía un cliché: Logra salir el cuarto final de la casa y ganas $500, nueve cuartos en total. La casa estaba localizada a las afueras de la ciudad, a unos kilómetros de mi casa. Aparentemente él lo había intentado y fallo. Él era adicto a la heroína y quien sabe a que carajo mas, así que pensé que las drogas lo habían puesto a tal grado que habría confundido cualquier papel o cortina con un fantasma o algo así. Él me dijo que era demasiado para cualquiera. Que no era natural. Yo no le creí. Porque habría de hacerlo? Le dije que iría la siguiente noche a ver que pasaba, y sin importar que tan fuerte el trataba de convencerme de cambiar de idea, esos $500 sonaban muy bien a decir verdad, tenia que. Salí la noche siguiente. Esto es lo que pasó.
Cuando llegue, inmediatamente note algo extraño en el edificio. ¿Nunca has visto o leído algo que no debería de dar miedo, pero por alguna razón un escalofrió recorre tu espina? Camine directo al edificio y ese sentimiento solo se intensifico al tiempo que abría la puerta principal.
Mi corazón bajo su ritmo, y un suspiro de alivio escapo de mi cuando entré. El cuarto lucia como un típico lobby de hotel, decorado de Halloween. Había un letrero colocado en esa clase de recepción. Decía: “Cuarto No.1, hacia este lado. Ocho más seguidos, alcanza el final y ganas!”. Me reí entre dientes y comencé a caminar hacia la primera puerta.
La primera área era algo cómica. La decoración recordaba a aquellas de un Walt-Mart, completa, con fantasmas de papel y zombis electrónicos que dan descargas eléctricas cuando los tocas. Al fondo estaba una salida, la única puerta después de por la que yo había entrado. Pase a través de las telarañas falsas y camine hacia el segundo cuarto.
Fui recibido por una especia de neblina al entrar al segundo cuarto. El cuarto definitivamente había mejorado en cuestiones de tecnología. No solo había una maquina de niebla, había un murciélago en el techo que comenzó a volar en círculos. Inquietante. Parecía tener un soundtrack de Halloween que uno podría encontrar en una tienda de 99 centavos en alguna parte del cuarto. No vi algún estéreo, pero supuse que ellos estarían utilizando algún sistema PA, como en algún museo. Di un paso sobre algunos juguetes de ratones de cuerda que rodaban y daban vueltas alrededor, llegando a la siguiente área. Al tocar la perilla de la puerta mi corazón cayó hasta mis rodillas. No quería abrir esa puerta. Un sentimiento de terror golpeo en mí tan fuertemente, que apenas podía pensar. La lógica me trajo de vuelta después de un terrible instante, corte esos pensamientos y entre en el siguiente cuarto.
Tercera habitación, donde las cosas comenzaban a cambiar.
En la superficie, el cuarto lucia como una habitación normal. Había una silla en medio del piso de madera. Una simple lámpara en la esquina de la habitación que apenas iluminaba el área, y emitía unas cuantas sombras sobe el piso y las paredes. Ese era el problema. Sombras, en plural. Con excepción de la de la silla, había otras. Apenas camine un poco dentro y ya estaba aterrado. Fue en ese momento cuando supe que algo no estaba bien. Sin siquiera pensarlo intente abrir la puerta por la que había entrado. Estaba cerrada por el otro lado.
Eso me estremeció. ¿Había alguien que iba cerrando las puertas conforme avanzaba? Imposible. Los habría escuchado. ¿Había un seguro mecánico que lo hacia automáticamente? Quizás. Pero estaba muy asustado como para realmente pensar. Me di la vuelta hacia el cuarto y las sombras habían desaparecido. La sombra de la silla seguía ahí, pero las otras se habían ido. Comencé a caminar lentamente. Solía alucinar cuando era niño, así que pensé que las sombras eran parte de mi imaginación. Comencé a sentirme mejor cuando iba a la mitad de la habitación. Mire hacia abajo como midiendo mis pasos, y fue cuando lo mire. O cuando no lo mire. Mi sombra no estaba ahí. No tuve tiempo de gritar. Corrí tan rápido como pude hasta la otra puerta y me lancé sin pensarlo hacia el siguiente cuarto.
La cuarta habitación era posiblemente la más inquietante. Al momento en que cerré la puerta, todas las luces parecían haber sido succionadas de regreso al cuarto anterior. Estaba de pie ahí, rodeado por la oscuridad, sin poder moverme. No le temo a la oscuridad, nunca lo había hecho, pero estaba absolutamente aterrado. Todo susurro me había abandonado. Puse mi frente a mi cara y nunca pude ver lo que estaba haciendo, tal vez nunca lo pueda decir. La oscuridad era indescriptible. No podía escuchar nada. Había un silencio muerto. Cuando estas en un cuarto de prueba de sonido, puedes seguir escuchándote a ti mismo respirar. Puedes escucharte a ti mismo estando vivo. Yo no podía. Comencé a tropezar hacia adelante después de unos instantes, mi corazón latiendo rápida y fuertemente, la única cosa que podía sentir. No había ninguna puerta a la vista. No estaba siquiera seguro si había una esta vez. El silencio fue entonces, roto por un profundo gemido.
Sentí algo detrás de mí. Gire alrededor desesperadamente pero apenas podía ver mi nariz. Aunque sabía que eso estaba ahí. Sin importar cuan oscuro estuviera, sabia que había algo ahí. El gemido se hizo más fuerte, mas cerca. Parecía rodearme, pero sabía que lo que fuese que causara el ruido estaba enfrente de mí, muy cerca. Di un paso atrás, nunca había sentido ese tipo de miedo. No puedo describir el miedo real. No estaba asustado de si iba a morir, estaba asustado por la alternativa en la que fuera. Estaba atemorizado por esa cosa que me mantenía cautivo ahí. Entonces las luces parpadearon por menos de un segundo, y pude verlo. Nada. No vi nada y sabía que no había nada ahí. El cuarto cayo de nuevo en la oscuridad, y el gemido era ahora un chillido salvaje. Grite sin querer, no podía seguir escuchando ese maldito sonido un minuto mas. Corrí hacia atrás, lejos de ese sonido, y con la mano busque la manija de la puerta. La gire, y caí en el cuarto numero cinco.
Antes de describir el cuarto número cinco tienes que entender una cosa. No soy un drogadicto. No tengo ningún historial de abuso de drogas, ni de ningún periodo de psicosis psicológica fuera de las alucinaciones de niño como lo dije antes, y estas eran solo cuando estaba realmente cansado o cuando recién me despertaba. Entre a la casa sin fin con una mente limpia.
Después de caer desde el cuarto anterior, mí vista de la habitación cinco era recostado en mi espalda, mirando directamente al techo. Lo que vi no me asusto, simplemente me sorprendió. Había arboles en el cuarto que iban sobre mi cabeza. El techo en este cuarto era mas alto que en los demás, lo que me hizo pensar que era el centro de la casa. Me puse de pie, me sacudí el polvo, y di un vistazo alrededor. Ese era definitivamente el cuarto más grande de la casa. Ni siquiera pude ver la puerta de donde había venido, ramas y arboles habían bloqueado mi visión de la salida. A este punto, había concluido que los cuartos iban a ser cada vez más aterradores, pero este era un paraíso comparado con el cuarto anterior. También asumí que lo que haya sido que había en la cuarta habitación se había quedado ahí. Estaba totalmente equivocado.
Al tiempo que seguía mi camino dentro del cuarto, comencé a escuchar lo que uno escucharía si estuviera en un bosque, chillidos de insectos y silbidos de pájaros parecían ser mi única compañía en este cuarto. Esto fue lo que mas me incomodo. Podía escuchar a los insectos y otros animales, pero no podía ver ninguno de ellos. Me asombre de lo grande que debía de ser la casa. Desde afuera, cuando caminaba hacia ella, lucia como una casa regular. Esta era definitivamente la parte más grande de la casa, pero había acaso un bosque completo ahí dentro. El dosel tapaba mi visión del techo, pero asumí que seguía ahí, sin importar que alto estuviera. Ni siquiera podía ver las paredes. La única forma por la que sabia que seguía dentro era el piso como el de los otros cuartos, esos paneles de madera oscura. Seguí caminando, deseando que el siguiente árbol que pasara me revelara la puerta. Después de unos momentos de caminar, sentí un mosquito volar en mi brazo. Lo espante con la mano y seguí mi camino. Un segundo después, sentí unos cuantos mas, posándose en mi piel en diferentes lugares. Los sentí caminando sobre mis brazos y piernas, y unos cuantos mas a través de mi cara. Quise espantarlos, pero ellos seguían arrastrándose sobre mi piel. Mire hacia abajo y solté un grito ahogado, mas que un gemido para ser honesto. No vi a un solo insecto. No había ningún insecto sobre mi, pero podía sentirlos caminar. Los escuchaba volar por mi cara y picar mi piel, pero no podía ver ninguno. Me tire al piso y comencé a rodar rápidamente. Estaba desesperado. Odio los insectos, en especial los que no puedo ver ni tocar. Pero estos insectos podían tocarme, y estaban por todas partes. Comencé a arrastrarme. No tenia idea de hacia donde iba, la entrada no estaba a la vista por ningún lado, y seguía sin ver la salida. Así que simplemente me arrastre, mi piel se retorcía con la presencia de esos insectos fantasmas. Después de lo que parecieron ser horas encontré la puerta. Tome el árbol mas cercano y me puse de pie, mientras sin pensarlo golpeaba mis brazos y piernas sin parar. Trate de correr pero no pude, mi cuerpo estaba exhausto de arrastrarse y lidiar con lo que sea que fuera que estaba sobre mi. Di unos cuantos pasos tropezando hacia la puerta, apoyándome en cada árbol que podía. Quedaban solo unos metros para llegar cuando lo escuche. El profundo gemido de antes. Venia del siguiente cuarto, y era cada vez mas profundo. Podía sentirlo dentro de mi cuerpo, como cuando estas a un lado de un amplificador en un concierto. La sensación de los insectos sobre mi disminuía mientras el gemido iba creciendo. Al tiempo en que puse mi mano en la perilla, los insectos se habían ido completamente, pero no pude girar la perilla. Sabía que si no seguía, los insectos regresarían, y no habría manera de que llegara a la siguiente habitación. Estaba estancado ahí, mi cabeza presionada contra la puerta marcada con el numero seis y mi mano posada en la perilla de la puerta. El gemido era tan profundo que ni siquiera podía escucharme a mi mismo intentando pensar. No podía hacer nada más que seguí adelante. El cuarto número seis era el siguiente, y el cuarto numero seis era el infierno.
Cerré la puerta detrás de mí, mis ojos se habían cerrado y mis odios zumbaban. El gemido estaba rodeándome. Cuando la puerta termino de cerrarse el gemido se había ido. Abrí mis ojos con sorpresa, y la puerta que había cerrado se había ido. Ahora solo había una pared. Mira alrededor en shock. El cuarto era idéntico al numero tres, la misma silla y la lámpara pero con la cantidad correcta de sombras esta vez. La única diferencia real era que no había una puerta de salida, y por la que había entrado había desaparecido. Como lo dije antes, no tenia antecedentes de alguna inestabilidad mental, pero en ese momento me sentí como lo que sabia, era la locura. No grite. No hice sonido alguno. Al principio arañe despacio. La pared era dura, pero sabia que la puerta estaba ahí, en algún lugar. Solo sabía que ahí estaba. Rasqué donde la perilla estaba. Arañe la pared frenéticamente con ambas manos, mis uñas caían sobre mi piel contra la madera. Me sentía en silencio hasta las rodillas, el único sonido en la habitación era el incesante rasguño contra la pared. Sabía que estaba ahí. La puerta estaba ahí, sabia que estaba justo ahí, sabia que solo debía pasar la pared.
- ¿Estas bien?
Caí al piso y gire en un movimiento. Me recargue contra la pared detrás de mi y vi lo que me hablaba, y hasta este día lamento haberme volteado.
La pequeña niña usaba un suave vestido blanco que llegaba hasta sus tobillos. Ella tenía cabello largo y rubio hasta la mitad de su espalda, una piel blanca y ojos azules. Era la cosa mas espantosa que había visto nunca, y sabia que nada en mi vida iba a ser tan desconcertante como lo que vi en ella. Mientras la veía, veía a la pequeña niña, pero también veía algo más. Donde ella estaba veía lo que lucia como el cuerpo de un hombre, un poco más grande de lo normal y cubierto de cabello. Estaba desnudo de pies a cabeza, pero su cabeza no era humana, y sus pies eran pesuñas. No era el diablo, pero en ese momento parecía serlo. Tenía la cabeza de un ternero y el hocico de un lobo. Era aterrador, y estaba simultáneamente con la niña frente a mí. Ellos tenían la misma forma. No puedo describirlo, pero podía verlos al mismo tiempo. Ellos compartían el mismo punto en ese cuarto, pero parecían estar en dos diferentes dimensiones. Cuando veía a la niña, veía a la forma, y cuando veía a la forma veía a la niña. No podía hablar. Apenas y podía ver. Mi mente estaba asqueada mientras intentaba comprender lo que estaba ocurriendo. Había estado asustado antes en mi vida, y nunca había estado tan asustado como cuando estaba atrapado en el cuarto numero cuatro, pero eso fue antes del cuarto numero seis. Estaba de pie ahí, mirando a lo que sea que me estuviera hablando. No había salida. Estaba atrapado ahí con eso. Y entonces eso hablo de nuevo.
“David, debiste haber escuchado”
Cuando eso hablo, escuche las palabras de la pequeña niña, pero la otra forma hablaba a través de mi mente con una voz que no me atrevo a describir. No había otro sonido. La voz seguía repitiendo la frase una y otra vez en mi mente, y yo acepte. No sabia que hacer. Estaba cayendo en la locura sin poder apartar la mirada a lo que estaba enfrente de mí. Caí al piso, pensé que me había desmayado, pero el cuarto no me dejo. Solo quería que terminara. Estaba a un lado de la habitación, mis ojos extensamente abiertos y la forma mirándome fijamente. Corriendo por el piso enfrente de mi estaba una de esas ratas de juguete del cuarto numero dos. La casa estaba jugando conmigo. Pero, por alguna razón, ver esa rata trajo mi mente de vuelta de esa profundidad en la que estaba, y mire alrededor del cuarto. Estaba saliendo de ahí. Estaba determinado a salir de esa casa y vivir, y nunca volver a pensar en ese lugar. Sabia que ese cuarto era el infierno, y no estaba preparado para tomar residencia en el. Primero solo mis ojos se movieron. Busque en las paredes por cualquier tipo de abertura. El cuarto no era tan grande, así que no me tomo mucho verlo por completo. El demonio seguía burlándose de mi, la voz se hacia mas fuerte al tiempo que la forma se hundía una especie de raíces donde estaba. Puse mi mano en el piso y me puse de pie, me gire para buscar en la pared detrás de mí. Y entonces vi algo que no podía creer. La forma estaba ahora justo detrás de mí, susurrando en mi mente que no debí haber venido. Sentí su aliento en mi cuello pero me no quise voltearme. Un gran rectángulo estaba arañado en la madera, con una pequeña abolladura en el centro. Y justo frente a mis ojos vi el gran 7 que inconscientemente había tallado en la pared. Sabía lo que era. El cuarto numero siete justo detrás de esa pared donde estaba el cuarto numero cinco hace un momento.
No sabia como lo había conseguido, y quizás era solo mi estado mental en ese momento, pero había creado la puerta. Sabía que lo había hecho. En mi locura arañe en la pared lo que más necesitaba, una salida al siguiente cuarto. El cuarto numero siete estaba cerca, sabia que el demonio estaba justo detrás de mi, pero por alguna razón no podía tocarme. Cerré mis ojos y puse ambas manos en el gran 7 frente a mí. Y empuje. Empuje tan fuerte como pude. El demonio estaba ahora gritando en mi oído. Me dijo que nunca podría salir, me dijo que este era el fin pero que no iba a morir, iba a vivir ahí en el cuarto numero seis con el. No lo haría. Empujé y grite hasta que tope con mis pulmones. Sabía que eventualmente empujaría a través de la pared. Cerré mis ojos y grite, el demonio se había ido. Todo estaba en silencio. Me gire lentamente y vi que el cuarto estaba justo como cuando había entrado, solo una silla y una lámpara. No podía creerlo, pero no tenía tiempo de prestar atención. Me di media vuelta hacia el 7 y brinque un poco hacia atrás. Lo que vi era una puerta. No una que yo hubiera arañado, sino una puerta normal con un gran 7 en ella. Mi cuerpo entero estaba temblando. Me tomo un poco de tiempo girar la perilla. Estuve ahí por un instante, mirando la puerta. No podía quedarme en el cuarto numero seis, no podía. Pero si este era solo el cuarto numero seis, no podía ni imaginarme lo que me deparaba en el cuarto numero siete. Debí haber estado ahí alrededor de una hora. Solo mirando el gran 7. Finalmente, con un profundo suspiro, gire la perilla y abrí la puerta hacia la habitación numero siete.
Tropecé a través de la puerta, mentalmente agotado y psicológicamente débil. La puerta detrás de mi se cerro, y me di cuenta de donde estaba. Estaba fuera. No afuera como en el cuarto numero cinco, estaba verdaderamente afuera. Mis ojos se rasgaron. Quería llorar. Caí sobre mis rodillas y trate pero no pude. Estaba por fin afuera de ese infierno. Ni siquiera me importaba ese premio que habían prometido. Me di vuelta y vi que la puerta que había cruzado era por la de entrada. Camine hacia mi carro y maneje hasta casa, pensando en lo bien que sonaba tomar un baño. Cuando llegue a casa me sentía inquieto. La alegría de haber salido de la casa sin fin se había desvanecido, y el terror crecía lentamente en mi estomago. Tome eso como un residuo de la casa y camine hacia la puerta principal. Entre e inmediatamente fui a mi habitación. Entre y sobre mi cama estaba mi gato Tim. Él era la primera cosa viviente que veía en toda la noche, y me acerque para acariciarlo. El siseó y araño mi mano. Retrocedí un poco en shock, el nunca actuaba de esa manera. Pensé “Como sea, es un gato viejo”. Entré al baño y estaba listo para lo que esperaba seria una noche tranquila para dormir.
Después de mi baño, fui a la cocina para preparar algo de comida. Baje las escaleras y gire hacia el cuarto familiar, y lo que vi estará por siempre grabado en mi mente. Mis padres estaban tendidos en el piso, desnudos y cubiertos de sangre. Estaban mutilados a un estado casi inidentificable. Sus miembros estaban cortados y puestos cerca de sus cuerpos, y sus cabezas estaban puestas en sus pechos viéndome de frente. La parte más inquietante eran sus expresiones. Estaban sonriendo, como si estuvieran felices de verme. Vomite y llore en el cuarto familiar. No sabia lo que había pasado, ellos no vivían conmigo en ese momento. Era un desastre. Y entonces lo vi. Una puerta que nunca antes había estado ahí. Una puerta con un gran 8 en ella escrito con sangre.
Aun seguía en la casa. Estaba parado en el cuarto familiar pero estaba en el cuarto numero siete. Las caras de mis padres sonrieron aun más cuando me di cuenta de esto. Ellos no eran mis padres, no podía serlo. Pero lucían exactamente como ellos. La puerta marcada con el 8 estaba cruzando la habitación, detrás de los cuerpos mutilados frente a mí. Sabia que tenia que moverme, pero por un momento me di por vencido. Las caras sonrientes penetraron mi mente, me mantenían inmóvil, de pie, justo donde estaba. Vomite nuevamente y casi colapsaba. Entonces el gemido regreso. Era mas profundo que nunca, lleno toda la casa y estremeció las paredes. El gemido me obligo a caminar. Comencé a caminar lentamente, abriéndome paso hacia la puerta, y los cuerpos. Apenas podía mantenerme en pie y caminar, entre mas cerca estaba de mis padres, mas ganas tenia de suicidarme. Las paredes ahora temblaban tan fuerte que parecía que se iban a derrumbar, pero las caras seguían sonriéndome. Cuando más me acercaba, sus ojos me seguían. Ahora estaba entre los dos cuerpos, a unos cuantos metros de la puerta. Las manos desmembradas comenzaron a moverse por la alfombra hacia mí, todo el tiempo las caras seguían mirándome. Un nuevo terror me invadió y camine más rápido. No quería escucharlos hablar. No quería escuchar las voces de mis padres. Ellos comenzaron a abrir sus bocas, y sus manos estaban ahora cerca de mis pies. En un ataque de desesperación me lancé hacia la puerta, la abrí de golpe, y la azoté detrás de mí. Cuarto numero ocho.
Lo había hecho. Después de lo que había experimentado no había nada más que esta jodida casa me lanzara que no pudiera sobrevivir. No había ni un solo fuego del infierno para el que no estuviera listo. Desafortunadamente, subestime las habilidades de la casa sin fin. Desafortunadamente, las cosas se ponían aun más perturbadoras, más aterradoras y más abominables en el cuarto número ocho.
Aun tengo problemas al creer en lo que vi en el cuarto numero ocho. Nuevamente, el cuarto era una copia exacta de los cuartos cuatro y seis, pero en la usual silla vacía estaba un hombre. Después de unos segundos de incredulidad finalmente acepté el hecho de que el hombre sentado en la silla era yo. No alguien que luciera como yo, ese era David Williams. Me acerque un poco. Tenia que verlo más de cerca para estar seguro de eso. El miro hacia mí y noté lágrimas en sus ojos.
“Por favor…por favor, no lo hagas. Por favor, no me hagas daño”
“¿Qué?” Dije yo. “¿Quién eres? No voy a lastimarte”
“Si lo harás…” ahora estaba sollozando. “Vas a hacerme daño y no quiero que lo hagas” Se sentó en la silla con sus piernas arriba y comenzó a balancearse hacia atrás y hacia adelante. Lucia realmente patético, en especial porque él era yo, idéntico en cada manera.
“Escucha, ¿quién eres? Estaba a unos cuantos pies de mi doble. Esa era la experiencia mas extraña hasta ahora, de pie ahí, hablando conmigo mismo. NO estaba asustado, pero lo estaría pronto. “Porqué estas….?”
“Tu vas a hacerme daño, tu vas a hacerme daño, si quieres salir tu vas a hacerme daño”.
“¿Porqué dices eso? Solo tranquilízate, ¿esta bien? Tratemos de analizar esto” Y entonces lo vi. El David que estaba sentado llevaba la misma ropa que yo, excepto por un pequeño parche rojo en su camisa, bordado con el numero 9.
“Vas a hacerme daño, vas a hacerme daño, no por favor, vas a hacerme daño…”
Mis ojos no se apartaban de ese pequeño número en su pecho. Sabía exactamente lo que era, las primeras puertas eran evidentes y simples, pero después de un tiempo eran un poco más ambiguas. La numero siete estaba arañada en la pared, pero con mis propias manos. La numero ocho estaba marcada en sangre por encima de los cuerpos de mis padres. Pero la nueve, esta estaba en una persona, una persona viviente. Y peor aun, era una persona que lucia exactamente como yo.
“¿David?” Tenia que preguntar.
“Si… vas a hacerme daño, vas a hacerme daño…” El continúo sollozando y sacudiéndose. El respondió a David. Él era yo, hasta en la voz. Pero ese 9. Analicé un poco mientras él se sacudía en su silla. El cuarto no tenia puerta, y al igual que en el cuarto numero seis, la puerta por la que había entrado se había ido. Por alguna razón asumí que arañar la pared no me iba a llevar a ninguna parte esta vez. Analicé las paredes y el piso alrededor de la silla, fijando mi cabeza por debajo, y viendo si había algo. Desafortunadamente, lo había. Debajo de la silla había un cuchillo. Adjunto estaba un letrero que decía: “Para David- De la Administración”.
El sentimiento en mi estomago al leer esto era algo siniestro. Quería renunciar, y lo ultimo que quería era tomar ese cuchillo de debajo de la silla. El otro David seguía sacudiéndose incontrolablemente. Mi mente giraba en un ático lleno de preguntas. ¿Quién puso esto aquí y como saben mi nombre? Sin mencionar el hecho de arrodillarme en el piso frio, haberme sentado en esa silla, sollozando en protesta por hacerme daño a mi mismo. Había mucho que digerir. La casa y la administración habían estado jugando conmigo todo este tiempo. Por alguna razón mis pensamientos giraron en torno a Peter, y pensé si el habría llegado tan lejos. Y si lo hizo, si el habría encontrado a un Peter sollozando en una silla, sacudiéndose hacia atrás y adelante. Sacudí esos pensamientos de mi cabeza, por ahora no importaban. Tome el cuchillo de debajo de la silla, e inmediatamente el otro David se quedo callado.
“David…” dijo el con mi voz, “¿Que piensas que vas a hacer?”
Me puse de pie y empuñe el cuchillo fuertemente con la mano.
“Voy a salir de aquí….”
David seguía sentado en la silla, ahora estaba demasiado tranquilo. Me miro fijamente con una leve sonrisa. No sabría decir si él iba a echarse a reír o a estrangularme. Lentamente se levanto de la silla y me encaro frente a frente. Era extraño, misterioso, inquietante. Su altura y hasta la forma en que estaba de pie, era iguala la mía. Sentí la empuñadura del cuchillo en mi mano y lo apreté con más fuerza. No sabia lo que pensaba hacer con el, pero sentía que iba a necesitarlo.
“Ahora…”, su voz sonaba un poco mas profunda que la mía. “Voy a hacerte daño, voy a hacerte daño, voy a mantenerte aquí dentro!” -No, respondí. Solo me lancé hacia él y lo derribe al piso. Estaba encima de él mirándolo directamente, con el cuchillo en posición y preparado. El me miraba aterrado. Era como mirar un espejo. El gemido regreso, leve y distante, aun así podía sentirlo retumbar dentro de mi cuerpo. David me miraba fijamente como yo lo veía a él.
El gemido se hizo más fuerte, y sentí que algo se rasgó dentro de mí. En un movimiento clavé el cuchillo en el parche de su pecho y lo rasgue hacia abajo. La oscuridad se sentía en la habitación, y yo estaba cayendo en ella.
La oscuridad que me rodeaba no era como ninguna que haya experimentado hasta ese punto. El cuarto numero tres era oscuro, pero ni siquiera se acercaba a eso que ahora me devoraba. Ni siquiera estaba seguro de seguir cayendo después de un tiempo. Me sentía ligero, cubierto de oscuridad. Y entonces una profunda tristeza entro en mí. Me sentí perdido, deprimido y suicida. La visión de mis padres entro en mi mente. Sabia que no era real, pero lo había visto, y la mente suele tener problemas diferenciando entre lo que es real y lo que no. La tristeza solo se hacia mas profunda. Estuve en el cuarto numero nueve lo parecieron días enteros. El cuarto final. Y eso era exactamente lo que era, el final. La casa sin fin tenía un final, y yo lo había alcanzado. En ese momento me di por vencido. Sabía que estaría en ese estado por siempre, acompañado de nada más que oscuridad. Ni siquiera el gemido estaba ahí para mantenerme cuerdo. Perdí todos los sentidos. No me sentía a mi mismo. No podía escuchar nada, la visión era inútil aquí, y busque algún sabor en mi boca y no había nada. Me sentía un ser incorpóreo y completamente perdido. Sabia donde estaba. Este era el infierno. El cuarto numero nueve era el infierno. Y entonces ocurrió. Una luz. Una de esas estereotípicas luces al final del túnel. Entonces sentí el piso debajo de mí, estaba de pie. Después de un instante o dos de probar acomodar mis pensamientos y probar mis sentidos, camine lentamente hacia la luz.
Conforme me acercaba a la luz, esta tomaba forma. Era la abertura vertical a través de una puerta, esta vez sin algún numero. Camine lentamente a través de la puerta y me encontré de regreso donde había empezado, el lobby de la casa sin fin. Estaba exactamente como cuando lo deje. Seguía vacío, decorado con esas infantiles decoraciones de Halloween. Después de todo lo que había ocurrido esa noche, aun era cauteloso de donde me encontraba. Después de unos momentos de normalidad, mire alrededor tratando de encontrar algo diferente. En el escritorio había un simple sobre blanco con mi nombre escrito a mano en el. Inmensamente curioso, pero aun precavido, reuní valor para abrir el sobre. Adentro había una carta, de la misma manera, escrita a mano.
-David Williams
“Felicitaciones. Haz logrado llegar al final de la casa sin fin! Por favor acepta este premio como una muestra de tu gran hazaña.
Tuyos por siempre”
Administración.
Con la carta había cinco billetes de $100.
No pude dejar de reírme. Me reí por lo que parecieron horas. Reía al mismo tiempo que caminaba a mi carro, y al mismo tiempo que conducía a casa. Me reía en el camino de entrada a mi casa, y reí mientras abría la puerta principal de la casa… y reí cuando mire el pequeño diez grabado en la puerta de madera.
La casa sin fin….
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